31/10/2017
No sería la primera vez en la que se menciona que estamos en un cambio histórico. Las cosas están cambiando de una manera increíble; ahora mismo no podemos pretender llevar el mismo estilo de vida que se llevaba en el siglo pasado, debemos adaptarnos a nuestro entorno en el que, para bien o para mal, algo casi necesario para triunfar en la vida es el hecho de tener talento, y por supuesto, saber aprovecharlo.
Un buen ejemplo de cambio producido en relación con la economía es la evolución de las empresas.
Una empresa del siglo XIX se preocupa por la ganancia de dinero basándose en que los clientes compren sus productos, sin importar los intereses que estas personas puedan tener.
Cada trabajador de la empresa podríamos decir que es una pieza específica de una máquina, con una función determinada.
Este tipo de empresas son inútiles en una realidad que cambia constantemente dado que no dan pie a la creatividad de sus empleados, aunque a pesar de eso, resulta más fácil para estos últimos encontrar trabajo.
Por el contrario, en una empresa del siglo XXI, los trabajadores no son nada en concreto, es decir no tienen una única función, sino que son capaces de hacer de todo y favorecer así la obtención de distintos resultados. En este tipo de empresas se le da mucha importancia a la creatividad e imaginación favoreciendo así el rendimiento de los trabajadores, dado que se les proporciona todo tipo de comodidades para que puedan trabajar en buenas condiciones.
Sin embargo, no cualquiera puede trabajar en una empresa así, hace falta tener talento o ser bueno en algo. Estas empresas buscan a gente activa, que esté en continuo movimiento y creativa.
Desgraciadamente, actualmente la mayoría de las empresas siguen funcionando como en el siglo XIX y son solo una minoría las que se han adaptado al siglo actual.